Los padres de Miran murieron cuando él apenas tenía seis años. Desde entonces ha sido criado por su tía Nergis y su abuela Azize. Esa pérdida ha marcado toda su vida, pues convirtió a Miran en una persona triste y seria. El hecho de haberse quedado huérfano también ha forjado en Miran su carácter implacable. Ha crecido en él el odio hacia el clan de los Sadoglu, inculcado por su abuela Azize. Ahora es un hombre de negocios que regenta varios hoteles y negocios situados en Mardin, en las tierras que pertenecieron a su padre, aunque nadie sabe que es él el dueño de ellos. Miran pide la mano de Reyyan y, a pesar de las reticencias iniciales del clan, se la acaban concediendo, aunque su propósito es muy distinto al que todos imaginan.