Vuelve a disfrutar de una de las mejores superproducciones de los últimos años: Tierra Amarga
¿QUÉ ME PASA DOCTOR?
1- Los purés hechos en casa son mejores. Muchas familias recurren a los tarritos comprados por falta de tiempo. En 2015 se hizo un estudio nacional que concluyó que tenían un perfil de grasas y proteínas similar, sin embargo, los purés hechos en casa tienden a usar más sal y no tienen vitamina D, zinc y otros nutrientes y los tarritos, además de estar preparados bajo estrictos controles sanitarios, no contienen sal y raras veces azúcar y contienen proteínas y fibra en su justa proporción. Por tanto, no es cierto que los purés hechos en casa sean mejores que los industriales.
2- El bebé va a comer mejor si añadimos a su comida sal o azúcar. Es cierto que mejora la palatabilidad, es decir, el sabor del alimento, y el bebé se lo va a tomar más fácilmente, pero no es una actuación correcta. “Las preferencias de sabor se forman a una edad temprana”, asegura el Dr. Martínez Pérez. Una mayor cantidad de sodio puede ocasionar una presión arterial elevada más adelante en la vida y el azúcar, entre otras cosas, problemas de caries. La conclusión es que no es bueno añadir sal o azúcar, porque tener un mejor sabor no significa más natural.
3- Los productos ecológicos no son beneficiosos, solo son más caros. Ecológico, biológico y orgánico son lo mismo, y tienen que ver con el respeto al medio ambiente; todos ellos tienen que cumplir una serie de normas y por tanto tienen un precio más elevado. Sin embargo, se trata de una elección más ética que nutritiva.
4- El puré de fruta casero aporta más vitaminas. Las vitaminas son un nutriente esencial para el buen funcionamiento y desarrollo del organismo, y los alimentos crudos son ricos en vitaminas, pero estos nutrientes son sensibles a la oxidación a la luz y a la temperatura. En casa debemos conservar frutas y vegetales en un lugar fresco y protegido de la luz y por supuesto usar alimentos de temporada. Para asegurar el aporte recomendado, la industria enriquece sus productos con vitaminas.
5- "Para que crezca, dale muchas proteínas". Las proteínas intervienen en múltiples funciones del organismo y por tanto son necesarias. Las hay tanto de alto como de bajo valor biológico, sean de origen animal o vegetal, y debemos equilibrar y moderar su consumo en cuanto a calidad y cantidad, pero un exceso de proteínas está asociado a la obesidad infantil a partir de los 8 ó 10 años. la alimentación en los primeros años está basada en la leche, pero aunque la de vaca se tolera desde los 12 meses, existen alternativas en el mercado con baja carga proteica y enriquecidas con otros nutrientes necesarios.
6- "Los niños gorditos están bien alimentados". Es una falsa creencia muy extendida. La obesidad está relacionada con enfermedades tan graves como la hipertensión o la diabetes, y por tanto no es sinónimo de salud. Según la OMS, en 2016 se alcanzó la cifra de 41 millones de niños (entre 0 y 5 años) con sobrepeso u obesidad. Entre los posibles factores asociados a este problema están los hábitos de alimentación, la falta de actividad diaria o un bajo nivel de ingresos. Para evitar la obesidad es importante promover la educación nutricional y la actividad física a nivel familiar, escolar y comunitario.
7- Los alimentos frescos son más nutritivos que los congelados. En el pasado pudo ser cierto, pero ahora los congeladores ayudan a preservar los alimentos y la congelación no implica una pérdida nutricional, siempre que se haga de forma debida (“congelar un alimento que no ha superado la fecha de caducidad y siempre descongelar en nevera”). Es una técnica que ayuda a no desperdiciar alimentos. Casi todos ellos se pueden congelar, el asunto es el cómo.